“El celibato eclesiástico no es un dogma. Las escrituras no lo imponen. Sería incluso muy fácil. Tomamos una pluma, firmamos un decreto, y mañana todos los sacerdotes que quieran pueden casarse." (Papa Juan XXIII - Audiencia con Etienne Gilson "Souvenir du Père" La France Catholique, no. 862, 7-VI-1963) --- “Podrás romper tu voto de celibato cientos de veces y podrás ser bienvenido una vez más. Comete el matrimonio una sola vez y serás echado”. (Ted Schmidt - Editor of Catholic New Times)

miércoles, 4 de abril de 2007

Mons. Milingo y los "Sacerdotes Casados"

ACTA DE FUNDACION Y DECLARACION
DEL MOVIMIENTO DE LOS “SACERDOTES CASADOS, AHORA"
San Pablo, Atibaia, 25 de marzo de 2007


Nosotros, obispos, sacerdotes y diáconos casados del Brasil, en el ejercicio ministerial en varias instituciones católicas juntamente con sacerdotes casados, oriundos de la Iglesia Católica Apostólica Romana, miembros del Movimiento de Sacerdotes Casados (MSC), reunidos en el Encuentro Brasileño del Movimiento de “Sacerdotes Casados, Ahora”, realizado en San Pablo, en el municipio de Atibaia, en los días 23 a 25 de marzo de 2007, bajo la inspiración espiritual y orientación del Arzobispo Emmanuel Milingo, Arzobispo Emérito de Lusaka, Zambia, (África); en la presencia del clero de la Iglesia Católica Apostólica Brasileña y de su patriarca, Dom Luiz Fernando Mendes; del clero de la Iglesia Católica Apostólica Misionera de Evangelización; del clero de la Iglesia Católica Ortodoxa Carismática; de los miembros de la Congregación Franciscana de los Siervos Inúteis; de los miembros del Instituto Misionero Francisco de Asís; de los miembros da URI — Iniciativa de las Religiones Unidas — y de los miembros de la Iglesia de la Unificación (Associação das Famílias para Unificação e Paz Mundial)




DECLARAMOS:

  1. Que la familia es una institución sagrada creada por Dios;

  2. Que la familia es el medio a través del cual los seres humanos perpetúan su linaje, su descendencia y la propia especie humana;

  3. Que la santidad humana está en el sacerdocio y en la familia, y no en el celibato obligatorio;

  4. Que la familia es la Escuela del Amor en sus distintas expresiones, por eso, es una necesidad humana espiritual, biológica y social;

  5. Que la formación de una familia es un derecho divino concedido a todos los seres humanos, inclusive a los sacerdotes y a todos los miembros de las diversas manifestaciones religiosas del mundo;

  6. Que el Movimiento de “Sacerdotes Casados, Ahora” no tiene como objetivo hacer oposición a la Iglesia Católica Apostólica Romana, o a otros segmentos religiosos, sino la defensa del derecho humano al establecimiento de familias consagradas en la libre expresión de su religiosidad;

  7. Que, con la inspiración espiritual concedida por Jesucristo al arzobispo Emmanuel Milingo, y con la fuerza de la autoridad de la sangre de Jesús, todos los sacerdotes casados están absueltos de toda culpa o herida espiritual, derivada de la decisión de establecer su familia y de generar su descendencia y linaje en la Tierra; que todos los sacerdotes casados están libres de todo castigo que se deriva de la excomunión de cualquier institución religiosa; que todos los sacerdotes casados están autorizados a celebrar la Santa Misa y a administrar los sacramentos en sus familias y en sus comunidades, en virtud de la necesidad espiritual del pueblo cristiano del Brasil.

  8. Que la defensa intransigente del celibato (la prohibición de construir una familia) impuesta por la Iglesia Católica Apostólica Romana a centenas de millares de sus miembros, niega el origen y la naturaleza divina de la institución familiar (Gn. 1:28), oponiéndose a la determinación bíblica (Tito 1:6; I Tm 3), y viola uno de los derechos más sagrados y vitales del hombre. Por tanto, el tiempo ha llegado para la Iglesia Católica Apostólica Romana el repensar su posición y restaurar ese derecho de Dios a los hombres.
En consecuencia, hacemos un llamado a todos los religiosos brasileños para apoyar al Movimiento de “Sacerdotes Casados, Ahora” a fin de que podamos fortalecer la fe cristina a contribuir al establecimiento de familias sanas centralizadas en Dios, que son las bases de la paz social y las raíces del Reino de Dios en el Brasil y el mundo.





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Declaración de Monseñor Emmanuel Milingo en el
National Press Club de Washington, el 12 de Julio de 2006


Damas y caballeros:

Estamos lidiando con un asunto muy serio que ha afectado a la Iglesia Católica por muchos años. Desde el Sínodo Católico Internacional de Obispos en 1971, en estos últimos 35 años, las disputas alrededor del celibato han empeorado. Si en 1971, la iglesia hubiera escuchado las súplicas de los obispos para ofrecer el celibato opcional a quienes se comprometieran con el de por vida, pero hubiera admitido a los casados al sacerdocio para cumplir su llamado, entonces no estaríamos hoy cosechando paja en lugar de la gracia divina.

La seriedad de este tema fue enfatizada cuando al iniciarse este tercer milenio los obispos de los EEUU plantearon de nuevo el asunto. Una vez más las autoridades en el Vaticano lo rechazaron en detrimento de la iglesia en los EEUU y alrededor del mundo.

El sacerdocio de personas casadas ha existido desde la época de Moisés, todos fueron casados provenientes de la familia del Sumo sacerdote Aaron como leemos en el Levítico. Algunos argumentan que lo que se pedía en aquel sacerdocio era simplemente una pureza legal. Pero cuando Dios exigió santidad como signo de estar en intimidad con El, esta orden de santidad seguía siendo más aplicable a los sacerdotes: "sean santos, porque Yo, su Señor, Soy Santo." La santidad o la sacralizad es el primer requisito de cualquier sacerdocio, casado o célibe.

Los apóstoles ordenaron a sacerdotes y obispos, sin importar su estado civil. San Pablo ordenó a Timoteo y lo consagró como obispo. Él ordenó al primer obispo de la isla de Malta, que era un hombre casado. Como San Pablo dijo a Timoteo, la única condición que él impuso al obispo fue la de casarse solamente una vez:

“Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;” (I Timoteo 3:2-3)

Alguna personas se sorprenderán al saber qué pasó con Zaqueo, el hombre de baja estatura que Jesús pidió bajarse del árbol de sicómoro y luego visitó su casa. El se convirtió con toda su familia y llegó a ser consagrado Obispo de Cesarea de Filipo. (Historia de la Iglesia: Venturi).

Jesús compartió completamente con sus apóstoles, tanto casados como solteros, todo aquello requerido para convertirse en un apóstol. Él no demostró favoritismo para ninguno. Incluso cuando él les dio responsabilidades, buscó las capacidades de cada uno y confió en ellos. La cuestión del celibato no era su preocupación. Pienso que las demandas que San Pablo presenta para ser un candidato a obispo son más que suficientes para la vida de un obispo. Al reflexionar de nuevo sobre el sacerdocio del cual provine un obispo se reconocen las mismas demandas que se aplican al sacerdocio.

Por este medio apelamos a esos obispos que fueron enviados a monasterios, condenados por siempre, y negados a presentarse ante sus fieles. Déjenlos salir de sus prisiones católicas y ser reinstalados, asumiendo una vez más su responsabilidad pastoral entre los sacerdotes casados. Por favor hágannos saber donde están, póngase en contacto con nosotros.

A esos sacerdotes que puedan sentirse que por casarse hayan bajado o caído un poco, desháganse de su carga de humillación, exclusión y vergüenza. Vengan con sus compañeros considerados "pecadores", quienes debían ser marcados y olvidados por siempre como débiles. Vengan, pero nunca con lamentaciones. Su carga se ha levantado, vengan elevados, liberados de cualquier carga de pecado. Conviértanse en una Magdalena, un Pablo, un Pedro o un Agustín, o cualquiera de los muchos que dejaron atrás sus luchas pasadas. Todos llegaron a ser santos excepcionales, a pesar de sus debilidades anteriores.

A nuestra querida "Madre Iglesia" le suplicamos abrir los brazos a estos hijos pródigos que han deseado volver a casa y tienen tanto que ofrecer. No hay curación más importante que la reconciliación de 150.000 sacerdotes casados con la Madre Iglesia y la curación de una Iglesia en crisis con la renovación del matrimonio y la familia. La Iglesia no tiene nada que perder permitiendo a los sacerdotes la opción de casarse. Históricamente, es de los matrimonios sagrados de donde han salido sacerdotes, papas, santos y servidores amantes de Dios y la Iglesia.

Es debido a nuestro amor por nuestra fe y la preocupación profunda por su futuro que proclamamos en este día, el final del celibato obligatorio, y la opción para que los sacerdotes santifiquen la familia como fue diseñado en el Jardín del Edén, incluso mientras cumplen con su llamado y ordenación.
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Declaración de propósitos de la asociación: “Sacerdotes Casados, ¡Ahora!”
Arzobispo Emmanuel Milingo

Los sacerdotes casados están deseando servir a la Iglesia - Está muy claro que la Iglesia Católica tiene una gran necesidad de sacerdotes. Los obispos de todo el mundo han expresado su preocupación en varias ocasiones al Vaticano. Además los sacerdotes son necesarios para llevar la eucaristía a los católicos que no tienen un sacerdote residente. La Eucaristía es la esencia del Catolicismo.

En la actualidad hay aproximadamente 150.000 sacerdotes dejados a un lado porque están casados, pero válidamente ordenados. La mayoría de estos sacerdotes están listos y dispuestos a volver al ministerio sagrado del altar.

Nuestra misión es encontrar una manera de reconciliar a estos sacerdotes casados con la Iglesia y reinstalarlos en el ministerio sagrado y público, trabajando con la Iglesia de todas las formas posibles.

Es evidente que el "cuidado de almas" exige una nueva disposición pastoral para hacer esta visión una realidad.

Nada menos que el mismo apóstol San Pablo demostró su teología del sacerdocio y del episcopado cuando le escribió a Timoteo:

“Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;” (I Timoteo 3:2-3)

Los sacerdotes casados están deseando servir a Dios y a las personas en la comunidad cristiana por medio de la Iglesia. Esta nueva asociación denominada "Sacerdotes Casados, ¡Ahora!" está llamando a estos sacerdotes y a todas las organizaciones nacionales e internacionales de sacerdotes casados a unirse en una petición abierta a la Iglesia Católica para reconciliar y recuperar a esos sacerdotes a un servicio activo. El arzobispo Emmanuel Milingo siente que es un apóstol llamado a traer a los sacerdotes casados de nuevo al servicio completo a la Iglesia debido a la escasez actual de sacerdotes y a la necesidad de llevar la eucaristía a cada católico.

El arzobispo Milingo desea ver un sacerdote en cada parroquia. Siente que es la Voluntad del Dios recuperar a los sacerdotes como ministros activos, vibrantes y completos de la palabra y la eucaristía.

"Sacerdotes Casados, ¡Ahora!" busca valorar el ministerio de los sacerdotes casados y reconciliarlos al ministerio sagrado y público. Será beneficioso no sólo para la Iglesia sino para toda la humanidad. El papel de los sacerdotes casados en la familia es esencial. La familia es el núcleo de la Iglesia y de la sociedad. El ministerio del sacerdote a su familia le provee de la experiencia y la relación necesaria para ver el evangelio en forma diferente y práctica.

El carisma de los sacerdotes casados es ahora necesario. San Pedro era un sacerdote casado, así como lo eran otros apóstoles. Es un derecho de cada persona entregarse y ser aceptado libremente en matrimonio. Este derecho debe ser devuelto a los sacerdotes del rito latino romano. No sólo es un asunto de justicia al sacerdocio sino también una cuestión de supervivencia para la iglesia en el futuro.

5 comentarios:

betto dijo...

¿Es necesario ser célibe?

Cuanto más renunciamos,
más amamos a Dios
y a los hombres.

Madre Teresa de Calcuta


-Dios no pide el celibato a todos, sino solo a unos pocos, y no sé si seré capaz de vivir algo que Dios pide solo a unos pocos.

A quienes Dios se lo pide, les da la capacidad para seguir ese camino. Y no son tan pocos a los que Dios ha pedido esa entrega total y han dicho que sí. Muchos millones de hombres y mujeres viven o han vivido gozosamente su vocación al celibato a lo largo de los dos mil años de historia de la Iglesia.

Seguir a Jesucristo en celibato está presente en muchos pasajes evangélicos. El celibato ha sido y es una de las joyas más preciosas de la corona de la Iglesia. No es una soltería sin vínculos, sino un compromiso de entrega enamorada a Dios. No es solo el fruto de un esfuerzo, sino sobre todo un don, una gracia que Dios concede.

-Pienso que bastantes personas se han planteado alguna vez entregarse a Dios pero no se deciden porque no están seguros de que esa vida les vaya a resultar bien.

Esa incertidumbre se presenta tanto en el celibato como en el matrimonio. Cuando una persona se casa, no puede estar segura de que vaya a compartir su vida con alguien que vivirá muchos años o pocos, si le será fiel o no, si disfrutarán de salud o sufrirán el zarpazo de la enfermedad, si Dios los bendecirá con hijos o les bendecirá no dándoselos, si sus hijos llenarán su casa de alegrías o quizá de motivos de tristeza.

La entrega a Dios en celibato no es un simple "estar" o "ser", sino que tiene también su proyecto, muy ilusionante, como sucede en el matrimonio, donde no se trata simplemente de estar casado, sino que es preciso construir día a día esa comunidad de amor. Cada uno debe poner para ello iniciativa y creatividad, sin limitarse a una actitud pasiva, porque, entonces, se cae en la rutina y el aburrimiento de la falta de horizontes a los que aspirar o dirigirse.

No puede ser menos comprometida la entrega a Dios en celibato que la de los esposos entre sí, o la de los padres con sus hijos. ¿Qué entrega sería la de una madre o un padre que solo se ocupara de sus hijos cuando estos le devolvieran afecto por afecto, o solo si se cumplieran en ellos los sueños azules de cuando los niños nacieron? Dios pide en todos los casos una entrega completa, en tiempos de vigor y en tiempos de fatiga, con horizontes claros y con el cielo oscurecido por la tristeza. Sin esta perspectiva sobrenatural, es difícil entender el camino que a cada uno le depara su vocación. Hay que aceptar de buen grado la voluntad de Dios, aunque resulte a veces difícil de entender, aunque nos encontremos tras las alambradas de Auschwitz, como le sucedió a Maximiliano Kolbe, o tras las de Dachau, como le sucedió a Kentenich.

Toda vocación tiene la promesa de ver cosas grandes. Los que aceptan entregar su vida a Dios se convierten en testigos privilegiados de las maravillas de la gracia de Dios en los corazones, del triunfo del amor divino sobre el mal en el mundo.

-Todo eso es cierto, y todos conocemos personas célibes cuya vida de entrega nos resulta atractiva y ejemplar, como ese panorama que tú describes, pero también conocemos otros casos que no lo son tanto.

Tienes razón. Hay vidas de entrega a Dios que son un ejemplo maravilloso, y hay otras en las que parece apreciarse más bien el aire gris de la rutina y de la mediocridad. Sucede lo mismo con los matrimonios, de los que también todos conocemos un amplio abanico de posibilidades: hay matrimonios unidos y desunidos, más entregados el uno al otro o menos, más o menos felices.

Cuando un chico y una chica se casan, deben fijarse sobre todo en los buenos matrimonios, que pueden ser para ellos una referencia o un modelo, y fijarse quizá en los que no funcionan tan bien, para no caer en los errores que nos parece que han podido cometer. Al fin y al cabo, así hay que obrar para casi todo en la vida, tomando como pauta lo que en otros nos parece mejor, y procurando desmarcarnos de lo que nos parece peor, sin detenernos por los malos ejemplos, que siempre encontraremos.

Además, si nos retrae el mal ejemplo de otros, podemos recordar que, según nos cuenta el Evangelio, Dios llama a quien quiere, y entre esos, encontramos a unos mejores y a otros peores, pero a todos con defectos. La vocación es un don gratuito de Dios y no un premio a los propios méritos. Dios llama, no porque se fije en tus cualidades o las mías, sino por pura bondad suya, y no podemos pretender que todos aquellos que tienen vocación sean perfectos y ejemplares en todo.

Benedicto XVI lo explicaba así, respondiendo a la pregunta de un seminarista sobre el mal ejemplo que podemos recibir, incluso de quienes están constituidos en autoridad dentro de la Iglesia: "No es fácil responder a esta pregunta, pero ya he dicho, y es un punto importante, que el Señor sabe, sabía desde el inicio, que en la Iglesia también hay pecado. Para nuestra humildad es importante reconocer esto, y no solo ver el pecado en los demás, en las estructuras, en los altos cargos jerárquicos, sino también en nosotros mismos, para ser así más humildes y aprender que ante el Señor no cuenta la posición eclesial, sino estar en su amor y hacer resplandecer su amor."

Y en otra ocasión se refería a que quien se entrega a Dios, "siempre ha estado tentado de acostumbrarse a la grandeza, a hacer de ello una rutina. Puede llegar un día en que sienta la grandeza de lo sagrado como un peso, e incluso desear, quizá inconscientemente, liberarse de ese peso, disminuyendo el Misterio de Cristo a su propia medida personal, en vez de abandonarse con humildad pero con confianza para hacerse elevar a esa altura." Es una tentación y un riesgo inherentes a cualquier ideal que ilumina una vida, y por tanto presentes tanto en el celibato como en el matrimonio, y el hecho de que unos lo lleven mejor que otros es algo totalmente normal.

-Muchas personas dicen que el celibato es difícil de vivir y que debería reconsiderarse, pues es la causa de muchos abandonos en el servicio de Dios.

Es cierto que algunos lo dicen, aunque bastantes menos de lo que pretenden algunos medios de comunicación empeñados en difundir esa idea en contra de la opinión mayoritaria de los católicos, que acoge el celibato con respeto y afecto.

Muchas veces en la historia se ha intentado poner en tela de juicio el celibato, tomando como pretexto las debilidades humanas. Pero basta consultar, por ejemplo, los boletines oficiales de la Congregación para el Clero para demostrar, estadísticas en mano, que las deserciones del celibato sacerdotal, injustamente enfatizadas por esos medios de comunicación, constituyen un porcentaje irrisorio. Es cierto que no a todos les es dado entender el celibato "sino solo a quienes les ha sido concedido de lo alto", como señala con meridiana claridad el Evangelio, pero pienso que se puede llegar a intuirlo si se profundiza un poco en el mensaje de las Sagradas Escrituras y del Magisterio de la Iglesia, que describen el celibato como signo de un amor inagotable que hunde sus raíces en la virginidad, en el corazón indiviso.

Es cierto que hay abandonos del celibato, como los hay del matrimonio, y la solución no es dejar de exigir entrega ni fidelidad, tanto en el matrimonio como en el celibato. La fidelidad da testimonio de la eternidad del amor, de que la razón y la libertad se ven constantemente atraídas por el ideal del amor fiel y fecundo: para el celibato, en el origen de la generación espiritual de la multitud de hijos que es la Iglesia; y para el matrimonio, en el origen de una familia humana que es la pequeña Iglesia doméstica.

No deben exagerarse las dificultades del celibato frente a las del matrimonio, dramatizando con la posibilidad de un futuro abandono -como si esa posibilidad no se diese en todos los estados-, o pintando el matrimonio como un camino de rosas. Porque, igual que es una simpleza decir que "se llama santo al matrimonio porque cuenta con innumerables mártires", también lo es pensar que ser célibe es terriblemente arriesgado y difícil.

-¿Y no habría más vocaciones al sacerdocio si no se exigiera el celibato?

De entrada, quizá habría que decir que no suele valorarse de modo suficiente hasta qué punto el celibato preserva de lo que podríamos llamar un acceso "poco vocacionado" al sacerdocio. El celibato ha sido siempre una buena garantía de rectitud a la hora de la entrega a una misión.

Además, la cuestión del matrimonio no se ha demostrado determinante ni decisiva respecto a las nuevas vocaciones. Es algo que puede verificarse fácilmente. Basta con fijarse en las Iglesias orientales (en las que se ordenan también sacerdotes casados) y en el anglicanismo y el luteranismo (en las que, además, están bien retribuidos), y fácilmente se comprueba que en ninguno de los tres casos hay una correlación entre vocaciones y matrimonio. De hecho, la disminución de vocaciones de pastores luteranos y anglicanos es superior a la de sacerdotes católicos en esos mismos países.

Por el contrario, se ven aparecer de manera insistente y significativa vocaciones de sacerdotes solteros en Iglesias que admiten la ordenación de casados. Es un dato poco conocido, pero que confirma una tendencia que avanza desde hace más de un siglo en el anglicanismo, las Iglesias orientales, el luteranismo alemán y en algunos protestantes franceses.

-Pero el celibato es vivir siempre solo, sin la compañía y el cariño de una persona amada.

Eso es una visión negativa del celibato cristiano. Quizá provenga de la influencia de personajes más literarios que reales, que han contribuido a dar del hombre o de la mujer célibes una imagen triste o extraña. Es frecuente ver cómo se exageran los riesgos del celibato, a la vista de algunas situaciones que se producen, pero quienes insisten tanto en eso suelen olvidar que el índice de matrimonios rotos es notablemente mayor que el de abandonos del celibato.

Además, igual que los fracasos matrimoniales no se deben a que la institución matrimonial sea nociva o defectuosa en sí misma, sino al fracaso del amor matrimonial en casos concretos, lo mismo puede decirse del celibato apostólico. Quien no se entrega suficientemente a su cónyuge, fracasará en su matrimonio, y quien no se entrega suficientemente a Dios fracasará en el celibato. La clave en ambos casos está en la victoria sobre el propio egoísmo. Quien no se toma en serio esa batalla, no avanzará mucho, ni en el amor humano ni en el amor de Dios.

El celibato no es un sacrificio tan grande. Igual que para un hombre no es un gran sacrificio entregar su vida a una sola mujer, o para una mujer entregarse a un solo hombre, tampoco tiene por qué serlo dedicarse completamente a la propia elección en el celibato.

-Pero no es lo mismo enamorarse de Dios que enamorarse de una persona.

Desde luego, no es exactamente lo mismo. Enamorarse de Jesucristo, de la propia vocación, de la misión encomendada por Dios, es probable que no genere en nosotros los mismos sentimientos que el amor que hay entre los novios, o entre los esposos, o de los padres por los hijos. Son realidades distintas. De todas formas, si Dios da ese don, puede producir sentimientos incluso más intensos, pero el amor a Dios es sobre todo un cariño que surge de la inteligencia y la voluntad, de la comprensión de una realidad que nos empuja a un sentimiento de gratitud y de amor hacia quien nos ama infinitamente y lo ha dado todo por nosotros.

Los que se entregan a Dios no dejan vacío el corazón. No están nunca solos, aunque algunas veces puedan vivir con menos compañía humana. Esto resulta difícil de entender a quienes olvidan que el celibato es un don. Los que se entregan por entero a Dios, los que renuncian por amor a Dios al amor humano, no mutilan de ningún modo su personalidad, ni recortan su capacidad de querer. No empequeñecen su corazón, sino que lo engrandecen.

"Por mi voto de castidad -decía la Madre Teresa de Calcuta- no solo renuncio al estado del matrimonio, sino que también consagro a Dios el uso de mis actos interiores y exteriores, mis afectos. En conciencia no puedo amar a otra persona con el amor de una mujer por un hombre. Ya no tengo derecho a dar ese afecto a ninguna otra criatura, sino solamente a Dios. Pero no por eso somos como piedras, seres humanos sin corazón. No, en absoluto. Hemos de mantenernos como estamos, pero darlo todo por Dios, a quien hemos consagrado todos nuestros actos interiores y exteriores. La castidad no significa simplemente no estar casada, sino amar a Cristo con un amor indiviso. Es algo más profundo, algo vivo, algo real. Es amarlo con una castidad amorosa e íntegra por medio de la libertad de la pobreza."

-¿Y la obediencia? Porque la vida de entrega a Dios supone someterse a otras personas, sea en el ámbito diocesano o en cualquier institución de la Iglesia.

El concepto de autoridad es algo natural. Uno de los elementos distintivos de una sociedad humana es el principio de autoridad, que permite el imperio de la ley y de la justicia, no el imperio de la fuerza, como sucede en el mundo animal. La autoridad no debe verse como algo negativo, sino como algo necesario para que funcione bien cualquier país, cualquier empresa, cualquier organización, cualquier familia. Todos, de una manera o de otra, estamos sujetos a la jerarquía de una organización, en la vida profesional, en la vida familiar, en la vida social, porque todos estamos condicionados. El deporte tiene unas reglas, la familia tiene unas exigencias, cualquier ámbito profesional se somete a una jerarquía y unas reglamentaciones, al conducir hay que sujetarse a unas normas de circulación..., en fin, que es lógico que una vida de entrega a Dios en cualquier institución suponga atenerse a unas normas y someterse a un principio de autoridad, pero eso no tiene por qué ser algo muy distinto de lo que sucede a cualquier otra persona en la mayoría de los ámbitos de su vida.

-¿Y no te parece que, en nuestra época, el celibato es una audacia muy notable?

Yo no diría tanto, aunque supone efectivamente un cierto valor. Pero ese contraste es quizá lo que más necesita nuestra época. Podríamos hacer una comparación con la vida de los primeros cristianos. Tuvieron que ser fuertes para vivir con coherencia en una sociedad bastante violenta y corrupta, aficionada a los juegos sanguinarios del circo, y que por etapas los llevaba a las catacumbas y al martirio. Y el testimonio de esos primeros cristianos, en medio de ese mundo embrutecido, acabó por cambiar el imperio romano, que finalmente se hizo cristiano, y no precisamente por la fuerza de las armas. Fue el testimonio de los valores cristianos lo que se impuso sobre el imperio de la fuerza. Y ahora, en nuestra época, quizá el testimonio más rompedor es el de la castidad. En otros temas, es quizá más fácil encontrar áreas comunes con las mentalidades dominantes, pero el testimonio de la castidad y del celibato es un tanto escandalizador, e incluso irritante para muchos, que en cuanto se mencionan estos temas saltan con verdadera furia. Pero vivir hoy la castidad es un testimonio especialmente necesario, una prueba de autenticidad personal, de dedicación a un ideal, de respeto, de fortaleza. La castidad es una de las grandes claves del testimonio cristiano de la mujer y del hombre de hoy. Hay mucha gente con buenos sentimientos, de buen corazón, con deseos de hacer el bien, pero débiles, y quizá uno de los primeros aspectos en que se manifiesta es en este punto.

-Pero el matrimonio también es importante, y también es una vocación.

No solo es importante el matrimonio, sino que es imprescindible y esencial. Y es una vocación, ciertamente. "Nunca olvidaré -recordaba Juan Pablo II en 1994- a un muchacho, estudiante del politécnico de Cracovia, del que todos sabían que aspiraba con decisión a la santidad. Ése era el programa de su vida; sabía que había sido "creado para cosas grandes", como dijo una vez San Estanislao de Kostka. Y al mismo tiempo, ese muchacho no tenía duda alguna de que su vocación no era ni el sacerdocio ni la vida religiosa; sabía que tenía que seguir siendo laico. Le apasionaba el trabajo profesional, los estudios de ingeniería. Buscaba una compañera para su vida y la buscaba de rodillas, con la oración. No podré olvidar una conversación en la que, después de un día especial de retiro, me dijo: "Pienso que ésta debe ser mi mujer, es Dios quien me la da".

"Como si no siguiera las voces del propio gusto, sino en primer lugar la voz de Dios. Sabía que de Dios proviene todo bien, e hizo una buena elección. Estoy hablando de Jerzy Ciesielski, desaparecido en un trágico incidente en Sudán, donde había sido invitado para enseñar en la universidad, y cuyo proceso de beatificación ha sido ya iniciado."

El matrimonio cristiano es, plenamente, una vocación a la santidad. Y el ejemplo de padres que buscan la santidad es la primera condición favorable para el florecimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas.

-¿Y cuál es la vocación más importante?

Aquella a la que a cada uno llame Dios. La vocación que Dios tiene pensada desde toda la eternidad. Todas las vocaciones son llamadas divinas al amor y a la santidad. Pero solo con el cumplimiento de nuestra vocación realizamos plenamente la voluntad de Dios para nosotros.

Es cierto que la Iglesia nos enseña que el celibato apostólico es en sí una vocación más perfecta que la del matrimonio. Lo recuerda el Señor en el Evangelio, y lo aconseja San Pablo en sus epístolas. Pero aunque sea así de modo general, no es lo que Dios desea para todos.

-¿Y cómo se puede saber si Dios te pide ser célibe o no?

Dios, junto con la vocación, da las señales suficientes para reconocerla. Y algunas de esas señales pueden ser el momento y las circunstancias en que se percibe la llamada. Cuando se es joven y no existe ningún obstáculo objetivo, es quizá más probable que esa llamada sea en el celibato.

-¿Y si una persona ha pensado siempre en casarse?

Eso es lo natural en cualquier persona llamada por Dios al celibato, antes de descubrir esa llamada. Todos los hombres y todas las mujeres experimentan esa tendencia natural al matrimonio, como fruto de la atracción de ambos sexos. Por esa razón, Dios no necesita confirmar, como sucede con el celibato, esa vocación natural con una llamada interior: la experimenta cada hombre con lo que se podría denominar el llamamiento universal de la propia naturaleza. El llamamiento particular lo experimentan únicamente aquellos a los que Dios quiere comprometer en una plena disponibilidad a su servicio.

-¿Pero qué crees que necesita más ahora la Iglesia: sacerdotes, frailes, monjas de clausura, padres de familia, laicos célibes en medio de su trabajo, misioneros...?

Te contesto con unas palabras de Pablo VI que serán siempre actuales: "Por encima de todo, necesitamos santos. Mirando al estado en el que se encuentra hoy el mundo, os recuerdo que la mayor necesidad que tienen las naciones es esta, la de la santidad. Necesitamos santos. Santos por encima de todo. ¡Esa es la mayor necesidad del mundo actual!". Por encima de todo, hacen falta hombres y mujeres que respondan con generosidad plena al querer de Dios. Y en su sabiduría infinita, Dios ha dispuesto que unos le sirvan en el matrimonio y otros en el celibato.

Dios da a cada uno los dones que necesita para la misión que le ha designado. Por esa razón, no todas las vocaciones tienen las mismas exigencias, porque Dios pide a cada uno en relación a los talentos que le ha dado.

Se trata de una decisión personal que cada uno ha de tomar a la luz de su oración personal. No puede tomarse a la ligera. Ni tampoco pensando, como hacen algunos, que el celibato es para quienes no les atrae el noviazgo o el matrimonio.

En definitiva, no plantees tu respuesta a Dios como la elección entre diversos "niveles": un nivel alto, el celibato, que exigiría renuncia absoluta; y otro nivel más bajo, el matrimonio, más suave y llevadero, más asequible: una especie de "clase turista", un vuelo barato a la santidad. Dios pide la plenitud de la entrega a todos, de acuerdo con las circunstancias de cada uno. La santidad no la determinan esos "niveles", y por eso no fue menos santo alguien como Santo Tomás Moro por el hecho de estar casado, sino que encontró la plenitud de la vida cristiana en el matrimonio; pero si hubiese elegido el matrimonio por falta de generosidad con Dios, difícilmente hubiese sido santo.

-¿Y la razón del celibato es tener una mayor disponibilidad?

Benedicto XVI ha recalcado que el testimonio del celibato es especialmente necesario en nuestro mundo completamente funcional, donde todo se basa en servicios calculados y verificables. El gran problema de Occidente es el olvido de Dios, y el celibato supone una mayor identificación con la vida de Cristo y un testimonio para llevarlo a toda la humanidad, que es el servicio prioritario que necesita. El celibato solo puede ser comprendido y vivido con este fundamento, porque las razones únicamente pragmáticas, de una disponibilidad mayor, no son suficientes y podrían llevar a pensar que el celibato busca simplemente ahorrarse los sacrificios y fatigas del matrimonio para tener más desahogo en otros campos. Es indudable que el celibato permite habitualmente una mayor disponibilidad, pero es sobre todo un testimonio de fe, y por eso es tan importante precisamente hoy.

El celibato es el ejemplo que Cristo mismo nos dejó. Él quiso ser célibe. Su existencia histórica es el signo más evidente de que la castidad voluntariamente asumida por Dios es una vocación sólidamente fundada. No existe otra interpretación y justificación del celibato fuera de la entrega total al Señor, en una relación exclusiva, también desde el punto de vista afectivo. El celibato debe ser un testimonio de fe: la fe en Dios se hace concreta en esa forma de vida, que sólo puede tener sentido a partir de Dios. Fundar la vida en él, renunciando al matrimonio y a la familia, significa acoger y experimentar a Dios como realidad, para así poderlo llevar a los hombres.

-Mucha gente dice que, en nuestro tiempo, en el que hay que afrontar tantas situaciones de pobreza y de necesidad, no tiene sentido que haya personas que se encierren para siempre entre los muros de un monasterio, pues privan a los demás de la contribución de sus propias capacidades y experiencias.

La cuestión está en si se valora o no la eficacia que su oración puede tener para solucionar los numerosos problemas que afligen a la humanidad. El hecho de que hoy día haya numerosas personas que abandonan carreras profesionales, con frecuencia prometedoras, para abrazar la austera regla de un monasterio de clausura, es una llamada de atención sobre la importancia de la oración. No está de más preguntarse qué les lleva a dar un paso tan comprometedor.

"Esas personas -afirma Benedicto XVI- testimonian silenciosamente que, en medio de las vicisitudes diarias, en ocasiones sumamente convulsas, Dios es el único apoyo que nunca se tambalea, roca inquebrantable de fidelidad y de amor. Ante la difundida exigencia que muchos experimentan de salir de la rutina cotidiana de las grandes aglomeraciones urbanas en búsqueda de espacios propicios para el silencio y la meditación, los monasterios de vida contemplativa se presentan como oasis en los que el hombre, peregrino en la tierra, puede recurrir a los manantiales del espíritu y saciar la sed en medio del camino.

"Estos lugares, aparentemente inútiles, son por el contrario indispensables, como los "pulmones verdes" de una ciudad. Son beneficiosos para todos, incluso para los que no los visitan o quizá no saben ni que existen. Hay que agradecer a Dios que siga suscitando tantas vocaciones para las comunidades de clausura, masculinas y femeninas, y hay que hacer por nuestra parte lo necesario para que nunca les falte nuestro apoyo espiritual y también material para que puedan cumplir su misión de mantener viva en la Iglesia la ardiente espera del regreso de Cristo."

Angel Arturo Perez dijo...

Mons. Milingo
¡ Cuan fácilmente se reemplaza la imitación de Cristo por teorías y discursos sobre la Fe ¡

Jn 10, 11-13, …. Cuando se tiene una responsabilidad con una mujer esta exige que sea cubiertas sus necesidades y las de sus hijos, por lo que el marido se esfuerza por obtener el mejor salario posible, y si este salario se convierte en el objetivo principal del marido para complacer a su mujer, se preocupara mas por su Salario que por su Obligación con la Iglesia. Darias tu vida por Tu Iglesia ó la das por tu familia?

Los Matrimonios o uniones de parejas son excusados en el Amor, de tal forma que ya sea Obispo, Sacerdote, Diacono ó Laico, las circunstancias en el matrimonio son exactamente las mismas, desde el Amor, la atracción, los hijos, la ayuda, problemas, infidelidades, y porque no? Hasta Divorcios, entre otros.

Todavía no entendemos porque DIOS es soltero? ;)

DIOS es Amor, “Ama y haz lo que quieras” (San Agustin de Hipona)
Sólo amando encontramos sentido a nuestra búsqueda.
“Ama y haz lo que quieras”
El secreto está en hacer lo que se quiere, no lo que nace del capricho, ni lo que se nos ocurre, sino lo que verdaderamente se pueda querer.
Se ama no lo que dicen los sentimientos, o los caprichos, sino aquello lo que realmente se pueda querer, es decir lo real……. no lo que pudiera ser,
Es decir que si un clerigo piensa en la posibilidad de casarse, no lo habra echo por Amor, pues cuando lo penso, en realidad no Amaba a nadie, y eso solo habra sido obra de los sentimientos ó caprichos.
Ama y haz lo que quieras. Si lo que nace de ti viene efectivamente motivado por el amor, puedes hacer lo que quieras. Lo que puedas querer realmente, lo que puedas querer amorosamente, por amor.

Pero…………Sólo seremos plenos y (Santos) cuando amemos lo más bello y perfecto.

Ya vimos que no por ser Clerigo querra decir que la union matrimonial sea forzosamente por Amor, si no como en muchos casos de union, podria ser solo por Interes (de alguno de los involucrados), por soledad, desesperación, o simplemente por pasion. En conclusión el matrimonio de Clerigos no puede de ninguna forma ser justificado por el Amor.
1Tes 4,1-3 Por lo demas Hermanos les pedimos y rogamos en nombre del Señor JESUS : aprendieron de nosotros como han de portarse para agradar a DIOS; ya viven asi, pero procuren hacer nuevos progresos. Conocen las tradiciones que les entregamos con la autoridad del Señor JESUS: La voluntad de DIOS es que se hagan Santos y que rehúyan la libertad sexual. Que cada uno se comporte con su Esposa con Santidad y respeto, y no se deje llevar por el deseo como hace la gente que no conoce a DIOS… Pues DIOS no nos llamo a vivir en la impureza sino en la Santidad. Por eso el que no haga caso de estas advertencias desobedece , no a un hombre sino al mismo DIOS, que les da a ustedes su Espiritu Santo .
Ef 5, 23-24 El hombre es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de su Iglesia, cuerpo suyo, del cual es asimismo salvador, que la esposa pues se someta a su marido, como la Iglesia se somete a Cristo.
Ef5,1-5 Como hijos amadisimos de DIOS esfuercense por Imitarlo, sigan el camino del amor, a Ejemplo de Cristo, que nos amo y se entrego por nosotros, como esas ofrendas y victimas, cuyo olor agradable subia a DIOS, y ya que son Santos no se hable de inmoralidad sexual, de codicia o de cualquier cosa fea; Sepanlo bien: ni el corrompido, ni el impuro, ni el que se apega al dinero, que es servir a un dios falso, tendran parte en el reino de Cristo y de DIOS…

Ef 5,15-17 Examinen, pues con mucho esmero su conducta. No anden como tontos, si no como hombres responsables, aprovechen el momento presente, porque estos tiempos son malos, por tanto no se dejen estar sino traten de comprender cual es la voluntad del Señor.
Ef 5,6-7 Que nadie los engañe con razonamientos vacios, pues son estas cosas las que DIOS se prepara a condenar en los enemigos de la Fe. No sea que Ustedes compartan su suerte.



2Co 6,3-6 Las pruebas de un Apostol, …. Preocumemonos en toda circunstancia de no dar a otro ningun pretexto para criticar nuestra mision, al contrario de mil maneras demostramos ser autenticos ministros de DIOS que lo soportan todo: Las persecuciones, las privaciones, las angustias, los azotes, las detenciones, las oposiciones violentas, las fatigas, las noches sin dormir y los dias sin comer, se ve en nosotros pureza de vida, conocimiento, espiritu abierto…

Fl 4,4-5 Esten siempre alegres en el Señor, se los repito esten alegres y den a todos muestras de un Espiritu muy abierto. El Señor esta cerca, no se inquieten por nada.

Es un echo que los abusos sexuales se dan mucho mas en el ambiente familiar, entre parientes, es un echo que aquel que no consume drogas no las necesita, pero aquel que las frecuenta cae en el mismo vicio de diferentes maneras, y de la misma forma las relaciones sexuales, dan pie a mas relaciones sexuales y a sus consecuencias, es decir si la mujer (concubina) del Sacerdote no queda satisfecha sexual lo va a engañar y viceversa, pues que es lo que piensan los Sacerdotes que fallan a su voto? Que pueden encontrar a la Mujer perfecta, santa, abnegada, no vanidosa, desinteresada y aparte gran amante? No saben ni en que lio se meten. Ciertamente si un hombre consagrado a la Iglesia tiene comportamientos de cualquier laico, ¡¡pues que con la misma vara sea medido!!, asi las cosas, no porque sea Sacerdote le va a ser infinitamente fiel a su mujer, ni un super amante inagotable, ni querra decir que nunca le pondra un dedo encima, que nunca le faltara nada (bueno este aspecto dependera de la “bondad” de la parroquia”) que sus hijos tendran un excelente ejemplo de un hombre santo, pues ¡¡¡No!! ¡¡Que no se engañen ni Sacerdotes ni concubinas!! Aquel que tiene tendencias a el mundo, que sea juzgado por el mundo, pues sin lugar a dudas cayendo en una “excepcion” caera en todas las demas.

Angel Arturo Perez dijo...

Amigo.. Betto

Que Padrisima exposicion del Celibato, la verdad senti que le faltaron Textos Biblicos, pero que capacidad de Analisis a profundidad y conocimientos de Causa,

El celibato ha sido y es una de las joyas más preciosas de la corona de la Iglesia. No es una soltería sin vínculos, sino un compromiso de entrega enamorada a Dios. No es solo el fruto de un esfuerzo, sino sobre todo un don, una gracia que Dios concede.
Este comentario Tuyo me impacto, bueno, muchos pero como este fue el primero, me despido deseandote la mejor de las Bendiciones, Queda con DIOS y sigamos rogando por la Santidad de Nuestra Iglesia. Amen.

Fabio Serrats dijo...

Creo que lo del celibato bien podria discutirse seriamente como asunto opcional, antes de la ordenacion al diaconado, como ocurre con el diaconado permanente, pero en cuanto a los sacerdotes, este tema deberia ser profundizado de modo tal, que a su momento, la Iglesia, a traves de los obispos y el Papa, puedan trazar el camino a seguir y como. No creo que Milingo tenga autoridad y criterio para encabezar un proyecto como este, dado que el mismo se separo de la Iglesia, al "casarse" por medio de una secta ultracuestionada por sus lavados de cerebro en los paises donde ha estado.

Unknown dijo...

A los líderes de este movimiento, solamente quisiera hacerles unas preguntas: ¿Si no estaban de acuerdo del celibato en el sacerdocio católico por qué se hicieron sacerdotes y no se casaron? ¿No hubiera sido más fácil salir del seminario y estudiar una profesión en la universidad? ¿Por qué se comprometieron a vivir la castidad, si era algo que no estaban convencidos? ¿Tomaron como una farsa su promesa de castidad? ¿No será que no quieren buscarse un trabajo porque la vida es más cómoda siendo sacerdotes?

También, pienso que si la Iglesia permite los sacerdotes casados, sólo a él deberían acceder los que están en el seminario y los que entrarán en él en el futuro, no los ya ordenados, porque ellos tuvieron la libertad de no hacer la promesa del celibato.

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Mi foto
Autor y educador español (1952 - ) felizmente casado con Teresa Chávez, dos hijos varones. Datos biográficos en: http://jesus-gonzalez-losada.blogspot.com/ - Magíster en Matrimonio y Familia por la Universidad de Navarra. - Director en Uruguay de la Fundación Educativa para la Paz - Autor de varios libros y ensayos publicados en distintos medios